Invitación

Te invito a la mágica aventura de escuchar un cuento.................. estoy segura de que no te arrepentirás............

viernes, 11 de marzo de 2011

CELEBRACION



Ocupada como estaba con la vida del resto, casi me olvido que una vez más cumplo años.  Si no fuera por los saludos en Facebook, habría logrado pasar piola.  Jolgorio, allá vamos.


Agustín me invitó a comer al Matsuri, y yo acepté más que contenta.  Después de todo, mi agenda estaba de lo más disponible después de la oficina.  Quedamos en vernos a las 7 y media y obviamente que al llegar a la oficina me encontré con un gran ramo de girasoles, lo que me dejó pensando si era un buen o mal signo que no fueran las rosas rojas de la pasión.  A la hora de almuerzo me junté con Fede y, ya que estábamos en el día de mis treinta y siempre, me tomé un pisco sour, total, pensaba huir tipo 5 a mi casa, para prepararme.


Tipo cuatro y media empecé a guardar mis cosas, cuando entra Sofía, la recién llegada practicante, y me anunció que me esperaban en la sala de reuniones.  OK, dije yo, me cantan, me como algo y parto.  Entré y, oh, sorpresa.  Una linda torta de cupcakes se robó mi atención.  Y oh, doble sorpresa, en vez de bebidas ¡unas botellas de champaña!.  No sé que cara habré puesto, pero el público presente dejó en claro que las innovaciones eran responsabilidad de la joven compañera.  Una hora más tarde estaba poniéndome la chaqueta para tomarme un happy hour con un par de compañeritas, cambio de planes motivado por la champaña y por las ocurrencias de mi nueva amigui, Sofía.  No sé como avanzó la hora, pero de repente eran las 11 de la noche y estaba en mi auto, camino al Club Amanda.  Estaba en la barra, pidiendo un vodka tónica, cuando me acordé de Agustín.  ¡Lo dejé plantado!


Pensé en llamarlo y reptar para que me perdonara.  Pero la música estaba tan buena.  Y mi sangre tan alcoholizada.  Y mis pies, con tantas ganas de moverse.  Ay, las malas juntas.  Sofía estaba a mi lado y le bailaba a un guachón que debe haber tenido, con suerte, 21.


Desperté a las diez de la mañana del día siguiente, con las panties rotas, la ropa salpicada de piscola y la sensación de haberlo pasado excelente.  Y sin culpas.  Si Agustín se enoja, puedo mostrarle mis heridas de guerra de un excelente cumpleaños en estilo de veinteañera.



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